La parábola de los talentos
¿Qué harías si te dijeran que tienes un tesoro oculto?
Un regalo que llevas contigo, pero que a veces ni siquiera notas.
La Biblia nos cuenta una historia sobre esto. Es una historia simple, pero muy poderosa. Una historia que tiene siglos, pero que sigue siendo tan relevante como el día en que se contó por primera vez.
En el Evangelio de Mateo (25:14-30), Jesús cuenta la historia de un hombre que, antes de irse de viaje, entrega a sus siervos unas monedas de oro, lo que en la época llamaban "talentos".
A uno le da cinco talentos, a otro le da dos, y al último solo uno.
El primer siervo invierte sus cinco talentos y los duplica. El segundo hace lo mismo con sus dos talentos. ¿Y el último? El último tiene miedo. Enterró su talento para no perderlo.
¿Puedes imaginarlo? Enterrar lo más valioso que tienes solo porque tienes miedo.
Su amo vuelve, y los recompensa a los dos primeros por ser valientes y multiplicar lo que se les dio. Pero al último, lo reprende. Lo llama "perezoso" y le quita el talento.
¿Te sientes identificado con alguno de esos siervos?
Piensa por un segundo.
¿Estás usando tus talentos, tus dones, lo que te hace único, o los estás enterrando?
Todos tenemos algo que se nos da bien. Todos tenemos un "talento". Puede ser dibujar, escribir, hablar en público, escuchar a otros, o incluso tener un pensamiento crítico.
Pero la gran pregunta no es qué talento tienes, sino… ¿qué estás haciendo con él?
Es fácil caer en la tentación de esconder lo que tenemos por miedo.
Miedo al fracaso.
Miedo al qué dirán.
Miedo a no ser lo suficientemente buenos.
Pero, ¿te has puesto a pensar en lo que podrías estar perdiendo si decides no arriesgarte?
Cada vez que entierras un talento, también estás enterrando una oportunidad. Y no solo de ganar o de ser exitoso, sino de crecer, de aprender, de descubrir nuevas posibilidades.
La parábola de los talentos no es solo una historia que nos llega a través de la Biblia. Es una verdadera lección de vida.
Nos enseña que la vida no nos da las mismas oportunidades a todos, pero eso no es lo importante. Lo importante es lo que hacemos con lo que tenemos.
Piénsalo.
Puedes tener menos que los demás. Menos recursos. Menos tiempo. Menos habilidades. Pero si decides usar lo que tienes y multiplicarlo, el resultado puede ser increíble.
Lo que importa no es cuánto tienes, sino qué haces con lo que tienes.
Es como en la vida real. Algunos nacen con más ventajas que otros. Algunos tienen más apoyo, más dinero, más conexiones. Pero eso no define tu éxito.
Tu éxito lo define tu disposición a trabajar, a crecer, a arriesgarte.
Hay una razón por la que la historia reprende al último siervo.
No porque tuviera solo un talento, sino porque no hizo nada con él.
¿Te ha pasado alguna vez? ¿Has sentido que tienes algo que ofrecer pero lo guardas para ti mismo?
Tal vez por miedo al juicio de los demás. Tal vez por no saber cómo empezar.
Ese siervo, el que enterró su talento, representa a muchas personas hoy en día.
Personas que tienen miedo de mostrar lo que son capaces de hacer. Que se conforman con lo seguro, aunque en el fondo saben que podrían hacer más.
Es normal tener miedo. Pero el problema es cuando el miedo te detiene.
Cuando eres joven, tienes una ventaja increíble: el tiempo.
Tienes tiempo para cometer errores, para experimentar, para descubrir qué es lo que realmente te apasiona.
Y más importante aún, tienes tiempo para multiplicar tus talentos.
No tienes que ser perfecto.
No tienes que tener todo resuelto.
Pero sí tienes que empezar.
El simple hecho de intentarlo, de poner en juego lo que tienes, ya te pone en un camino de crecimiento.
Y sí, tal vez falles.
Tal vez las cosas no salgan como planeabas.
Pero cada intento fallido te acerca más a lo que realmente puedes lograr.
Cada vez que te arriesgas, aprendes algo nuevo sobre ti mismo.
Es fácil pensar en el fracaso como el fin del camino. Pero la verdad es que el fracaso es solo una parte del proceso.
Nadie que haya hecho algo significativo en la vida lo logró sin fallar primero.
Si te das cuenta, los siervos que invirtieron sus talentos no sabían si iban a ganar o perder. Podrían haber fracasado. Pero se arriesgaron.
Y esa es la lección clave aquí: el éxito no está garantizado. Pero lo que sí está garantizado es que si no haces nada, no pasa nada.
Por tanto, la pregunta que tienes que hacerte es: ¿Qué talento tienes que puedes empezar a usar ahora mismo?
El punto es que no dejes que el miedo te paralice. Porque la verdadera pérdida no es el fracaso. La verdadera pérdida es no haber intentado.
La parábola de los talentos nos deja una verdad clara: Tus dones y habilidades son tuyos por una razón. No los entierres.
Cada vez que usas tus talentos, no solo estás beneficiando tu vida, estás haciendo del mundo un lugar mejor. Porque lo que tienes, lo que puedes ofrecer, es único.
Así que… ¿Qué harás con tus talentos hoy?
El talento no es lo que tienes, sino lo que haces con él.