Vamos a hablar claro:
La frase "lo importante no es ganar, sino participar" está matando la excelencia.
Nos la repiten desde pequeños. En el colegio, en casa, en los campamentos de verano. Y al principio suena bien. Suena justo. Suena amable.
Pero luego creces. Y resulta que te la creíste tanto… que ahora vas por la vida esperando que te aplaudan por hacer lo mínimo.
Y no.
Participar no es suficiente. No cuando puedes hacer más. No cuando tienes potencial para reventarlo todo. No cuando sabes que no diste ni la mitad de lo que llevas dentro.
Nos han metido en la cabeza una cultura blandita, de algodón, de aplausos automáticos.
Jugaste mal, pero "te esforzaste". Toma trofeo. Fuiste el último, pero "estuviste allí". Toma medalla. No hiciste nada extraordinario, pero "viniste con ganas". Toma diploma.
¿Y sabes qué pasa con eso? Que la gente deja de prepararse. Deja de currar como un animal. Deja de dar el 100%. Porque total, el premio está garantizado, ¿no?
Mal. Muy mal.
La vida real no funciona así. En la vida real no te dan un ascenso por presentarte en la oficina. No montas un negocio y te forras por tener buenas intenciones.
En la vida real, te ganas el respeto con resultados. Con disciplina. Con foco. Con compromiso de verdad, no con la camiseta del equipo y cara de "yo vine a hacer acto de presencia".
Hay gente que va a trabajar creyendo que por estar allí, ocho horas con cara de sofá, ya está cumpliendo. Que el sueldo les llega por presencia, no por rendimiento. Que el mérito está en fichar, no en darlo todo.
Lo mismo pasa en la calle. Mira cualquier carrera popular de domingo. Un montón de gente que ni ha entrenado, ni se ha preparado, ni ha hecho una maldita serie en meses. Pero ahí están, con la camiseta técnica bien puesta y la medalla colgada al cuello, como si hubieran corrido los 42K de Boston. Llegan andando, con dolor de rodillas, sin aliento, pero con una sonrisa que grita: “¡lo logré!”. ¿Lograste qué? ¿Sobrevivir sin caerte?
Claro, no se trata de humillar al que empieza. Pero no confundamos el gesto con el mérito. Participar no es lo mismo que superarse. Y terminar andando no es igual que prepararte como un animal para romper tus límites.
Esta cultura de "toma tu premio por existir" está generando gente que cree que el esfuerzo sin dirección es suficiente. Y no lo es. Nunca lo ha sido.
El esfuerzo vale cuando lo combinas con intención. Con estrategia. Con entrega total.
No, no es cruel decir que no todo el mundo merece una medalla. Es liberador.
Porque cuando sabes que el reconocimiento se gana y no se reparte como caramelos, empiezas a tomarte en serio tu proceso. Tu preparación. Tu excelencia.
Así que la próxima vez que sientas que "bueno, al menos estuve allí"... pregúntate si diste todo. Si lo dejaste todo dentro.
Y si no lo hiciste, no pidas palmaditas. Pide revancha.
Nos vemos en la cima,
La Academia s.XXI
PD: Aquí no venimos a coleccionar medallas vacías. Aquí venimos a romper el puto marcador.
sublime