Personajes improbables: Julián
Una historia incómoda sobre cómo vives y lo que nunca te has atrevido a cuestionar. Es hora de despertar. Ya has tenido suficiente.
Julián no era ningún genio.
Tampoco un fracasado.
Era el clásico tío “normal”. Lo suficientemente listo para no caerse por las escaleras, pero no tanto como para cuestionar el sistema.
Desde pequeño le dijeron:
“Estudia mucho, pórtate bien y algún día recogerás los frutos.”
Spoiler:
El único fruto que recogió fue una tendinitis en la muñeca de tanto mover el ratón buscando el siguiente e-mail diciendo lo que tiene que hacer.
Creció en los 80, en un barrio humilde.
Su familia, lo típico: buena gente, trabajadores, más miedo que certezas.
Aprendió que ahorrar era virtud, que arriesgar era de locos y que cuestionar las reglas era señal de que te ibas a quedar sin cena.
Así que estudió. Y se portó bien. Y obedeció.
Carrera de Empresariales.
Traje de rebajas.
Primer curro mal pagado.
Segundo curro un poco mejor pagado.
Tercer curro ya con tarjeta de contacto propia.
Y con 30 años… sueldo estable, ansiedad moderada, y ese zumbido en la cabeza que le decía:
“Esto no era lo que me prometieron.”
Pero no decía nada.
Porque todos a su alrededor estaban igual.
Y si todo el mundo está atrapado…
¿será que no ser feliz es normal? Y eso creía.
Trabajaba en una oficina.
Veía gente entrar a la empresa con ilusión… y salir con la espalda encorvada.
Veía jefes gritar en reuniones sobre “mejorar el clima laboral”.
Veía el sistema desde dentro.
Y el sistema… apesta desde dentro.
Entonces un día, en una conversación random, un amigo le dijo:
—Tú estás atrapado en la carrera de la rata.
Y no supo qué responder.
Porque era cierto.
Corría. Todo el día.
Pero no avanzaba.
Era como estar en una cinta de correr. Atrapado en un trabajo para sólo alcanzar a pagar tus deudas y volver a empezar cada mes de nuevo.
Y algo dentro se encendió.
Se cansó
EMPEZÓ LA REVOLUCIÓN SILENCIOSA
No salió con una pancarta.
No publicó frases de autoayuda.
No se rapó la cabeza para parecer más despierto.
Empezó a leer.
Empezó a preguntar.
Empezó a ver videos raros en YouTube que hablaban de libertad financiera, inversión pasiva, activos, ingresos recurrentes…
Y al principio no entendía nada.
Pero le sonaba… verdadero.
Así que lo intentó.
— Dejó de comprar cosas que no necesitaba.
— Aprendió a invertir sin ser un experto.
— Se tragó su ego y empezó desde cero.
— Dijo no a un ascenso que solo traía más esclavitud con un despacho más grande.
— Se volvió libre por dentro… antes de serlo por fuera.
Y eso, amigo, lo cambió todo.
JULIÁN HOY NO ES MILLONARIO.
Es algo mejor: libre.
Julián hoy sigue comiendo lentejas.
Pero ahora lo hace sin jefe, sin despertador, y sin tener que justificar cada minuto de su vida a un tío con powerpoints y traumas infantiles no resueltos.
Hoy enseña a jóvenes lo que a él nadie le enseñó.
Comparte su historia no para presumir…
sino para que otros no pasen por lo mismo.
Y aquí viene lo gordo:
Julián no era nadie.
Y aún así, lo cambió todo.
Sin contactos.
Sin fórmulas mágicas.
Sin padres inversores ni mentores millonarios.
Solo con una cosa:
valentía.
Valentía para hacerse preguntas.
Valentía para no obedecer al miedo.
Valentía para romper la rutina sin que nadie le diera permiso.
Mientras el mundo le decía:
“Quédate quieto.”
“Sé agradecido.”
“No te quejes.”
Julián decía por dentro:
“No puedo seguir así.”
Y no gritó.
No se fue a Bali.
No vendió cursos de libertad financiera.
Solo se reconstruyó.
Desde dentro.
Con libros. Con silencio. Con decisiones duras.
Con noches de dudas.
Con días de mierda.
Pero también… con propósito.
Porque al final, eso es lo que te salva:
Tener una razón.
Una verdad.
Un motivo.
Julián lo encontró.
Y por eso hoy no corre en círculos.
Camina recto.
Con la espalda firme.
Con la conciencia tranquila.
Y con el alma libre.
¿Y sabes qué es lo más loco de todo esto?
Julián no existe.
No tiene DNI.
No tiene dirección.
No tiene cuenta de Instagram.
Porque Julián… eres tú. Está dentro de ti.
Y dentro de mí.
Está dentro de cualquiera que alguna vez se haya sentido atrapado en una vida que no eligió.
En cada persona que ha seguido las normas, ha hecho todo bien… y aún así siente que se está dejando la piel por un camino que no lleva a ningún sitio.
Julián es un espejo.
Una historia que no te da lecciones,
te pone frente al reflejo.
Y por eso hemos escrito este libro.
Hoy en La Academia s.XXI presentamos La carrera de la rata, nuestro primer libro.
No es un manual.
No es un curso.
No es una lista de pasos ni de consejos que no vas a seguir.
Es una historia. La historia de Julián, nuestro protagonista.
Sencilla. Cruda. Graciosa. Dolorosa. Real.
Y lo más importante:
tú decides lo que haces con ella.
No te dice cómo vivir.
Te muestra cómo alguien —como tú— empezó a hacerse preguntas, a rebelarse, a salir.
Y quizá, al leerla, algo también se despierte en ti.
No por presión.
Sino porque te reconoces.
Porque te toca.
Porque te remueve algo que ya estaba latiendo ahí dentro.
La carrera de la rata no pretende salvarte.
Pero puede ser el principio del fin de tu encierro.
Y si solo consigue eso…
ya valió la pena escribirlo.
No sé si este libro es para ti. Pero si alguna parte de esta historia te ha tocado… quizá merezca la pena que lo leas.
La carrera de la rata en Amazon
Nos vemos dentro del libro,
y ojalá también…
fuera de la jaula.
— La Academia s. XXI
PD: Y si no te gusta…
te devolvemos el dinero.
Bueno, no literalmente, que esto es Amazon.
Pero puedes usar el libro para calzar una mesa.
Aunque cuidado… que incluso desde el suelo,
Julián podría despertarte.